domingo, 25 de septiembre de 2011

Albert y Orez de una Moneda las Dos Caras

Por
Alexandra N. Méndez Lamboy           

       El 9 de septiembre de 2011, nuestro grupo de español avanzado  se preparó para recibir y entrevistar a la persona que nos hizo el mural de la clase. Los minutos pasaron y él no llegaba. Comenzamos  a pensar que se había olvidado de nosotros. Tarde pero seguro, entró  por la puerta ese individuo que tomó el significado de nuestro nombre, Jerexius, y lo transformó en arte. Esa persona logró unir los pensamientos e ideas de 38 estudiantes y los plasmó en una pared dándole una identidad a nuestro grupo. Su nombre es Albert Román, pero el arte lo nombró Orez.
            Para Albert el arte siempre estuvo con él. Nos cuenta que a los dos años por primera vez dio indicios de su gran talento. Aparentemente, él deseaba dibujar un avión para su mamá, pero al entregárselo, ella notó que era un tiburón y desde ese momento el arte no sólo se volvió su talento sino que también su acompañante en la vida. En la escuela elemental se dedicó a dibujar con tiza y explorar otros estilos de pintura como el pincel, aunque nos confesó que este estilo no le gustó. A los diez años sus talentos fueron reconocidos por primera vez y fue contratado para dibujar los comics de una compañía en Puerto Rico. Lo que parecía ser una pasión en ascenso pronto pasó a un segundo plano al llegar otra etapa en su vida.
            A los once años la vida de Albert tomó un giro drástico. Se olvidó del arte y comenzó a surfear. Este pasatiempo ocupó un papel protagónico por los próximos  cuatro años. Participó en competencias y llegó a ir a Hawaii, cuna del surf, lugar donde se encontró con una pared que contenía lo que hasta el presente es la pasión de su vida, el grafiti. Le llamó mucho la atención este tipo de arte, pero desconocía de su existencia en Puerto Rico. Al llegar a la Isla descubrió que esto era falso, pero no fue hasta los dieciocho años cuando comenzó a practicar esta destreza.
            Nos dijo que “el grafiti es algo que viene en la sangre”. Lo considera un arte y ahora también un negocio. Tiene piezas en el Museo de Telemundo y nos confesó que nunca está satisfecho con su trabajo, pues su ego no se lo permite. Pero aún así, cada pieza es especial y la inmortaliza en un blog en el cual publica todos sus trabajos. 
Orez es el seudónimo con el cual el mundo del grafiti conoce a Albert. Nos explica que salió por casualidad. Según nos cuenta, se le presentó a él cuando pintaba una de las paredes de su escuela. Al parecer vio sobresalir esta palabra entre las rayas, pero lo olvidó después de ser expulsado por vandalismo. No fue hasta unos meses después, cuando volvió a ver la pared,  que recordó el nombre y decidió mantenerlo como su apodo.
             Aunque ha alcanzado mucho en el mundo del arte urbano, nos confesó que su verdadero proyecto personal está centrado en su pueblo, Mayagüez. Desea lograr que el alcalde le conceda pintar un edificio completo en grafiti.
            Después de un rato logramos hablar de su inspiración, aquellas personas a las que considera grandes artistas y sus creencias. Dijo que se inspiraba en su cuarto, específicamente en su cama. Éste, según él, es el lugar donde más ideas le llegan, aunque tenga un escritorio de dibujo. Sigue a varios artistas, entre ellos el más importante es su amigo, Ismo.  No quiso opinar sobre el tema de Dios, aunque dijo que venía de crianza cristiana, pues según expresó “eso es algo que se lleva en el corazón”.

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