Fabiola Guilloty
13 de septiembre de 2005 un hermoso día soleado, pero para Ana dentro de su corazón era el peor. Había llegado finalmente el día en el que su verdadero amor Alejandro se iba para el ejército por 6 meses. Ella sabía que le esperaba una dolorosa despedida. Ana lo acompaña a la base militar para un hasta pronto pero realmente no sabía si era el último adiós. La mirada de Alejandro y su silencio decían más que mil palabras, Ana lo contemplaba una y otra vez con miles de preguntas en su cabeza las cuales ya no tendrían una respuesta. Varios minutos después un sargento llama por su apellido a Alejandro. Ya se tenía que ir. Ana con lágrimas en sus ojos le dice al oído que lo ama se dan un fuerte abrazo y se marcha.
Con un fuerte vacío en su corazón Ana sigue su camino. Pasan los días y no recibe ninguna noticia, confundida decide continuar con su vida, enfocarse en su trabajo y estudios. Pasó un mes y medio Ana va al correo y en el buzón hay un pequeño sobre amarillo un poco arrugado se fija en la extraña dirección que tenía al mirar el nombre de quién se la enviaba se percata que era de Alejandro. Carta número uno él le comentaba en esa carta que le iba bien que no era fácil pero tampoco imposible y que ella era una de sus mayores inspiraciones. Ana sorprendida y confundida decide coger lápiz y papel y comenzar a escribir muy seca sin sentimiento alguno, le preguntaba que él realmente sentía por ella porque ya no estaba segura si sentía tan inmenso amor. Volvieron a pasar los días Ana esperaba con ansias la respuesta pero esta vez no la recibió escrita. Un domingo en la tarde ella leía un libro de pronto suena el teléfono, al contestar escucha una voz fuerte que decía hola Ana es Alejandro ¿cómo estás? Su corazón se paralizó. Sintió que estaba viviendo un sueño y no una realidad; se queda callada y Alejandro vuelve a preguntar Ana ¿cómo estás? Ella con los nervios de punta responde estoy bien. Él le comunica que está bien pero que no entiende su carta que pensaba que el amor de ambos era tan fuerte que superaría toda prueba que la amaba de la misma manera. Ana comienza a llorar pues no sabe lo que siente y le dice que está muy confundida y no sabe que quiere. Desesperada decide terminar con tan inesperada llamada. Ana toma una decisión y es olvidar tan absurdo amor que la llena de angustia. Alejandro vuelve a escribirle pues no quiere perder a su único amor. Carta número dos le dice a Ana que por favor piense en el futuro que tenían planificado, en todo lo hermoso que les queda por vivir que solo es una prueba pasajera y que le tenía una mala noticia ya no eran 6 meses si no 5 años los que pasaría en el ejército le comentaba que había una movilización a la base militar de Alemania y tenía que cumplir con el tiempo requerido. Ana pierde toda esperanza y en llanto coge lápiz y papel y le escribe que la tiene que olvidar que ya ella tiene un nuevo amor que la hace feliz. Ana envía la carta sintiendo como si su mundo se derrumbara pues sabía que había matado toda ilusión aún existente. Alejandro lee la carta no puede creer que su hermosa Ana decidiera olvidarlo tan fríamente. Entre tanta desesperación y dolor decide quitarse la vida pues para qué vivir si el amor de su vida ya tenía otro amor. A la semana después de tan trágica muerte llega un sargento a la casa de Ana a darle la noticia. Ella no podía creer lo que sus oídos estaban escuchando su único amor Alejandro gracias a su carta no aguantó y se quitó la vida. Se sentía culpable de la muerte de su amado. Entre tanto dolor y sentido de culpa no pudo controlarse desesperadamente cogió una soga y decidió ahorcarse para ir en busca de su verdadero amor Alejandro.
Entre la pasión y la obligación
Por
Anne Ramírez García
Una adolescente llamada Ana Paola se encontraba a las cinco de la mañana en el gimnasio entrenando. Es una jugadora de “soccer” y desde chiquita ha practicado el deporte. Siempre hace adiestramientos para fortalecer las piernas y el abdomen. Hace 50 push ups, 50 abdominales y sentadillas. Corre alrededor de 20 vueltas a toda la cancha. Cuando termina como a las seis y media de la mañana, va a su casa, se baña y se lava el pelo. Después sale, se viste y se maquilla un poco los ojos y los labios. Ella no es una chica típica de futbol. Igual que es una atleta también es una muchacha girly pero no tanto.
Su vida parece ser fácil pero en realidad es compleja. No es el “soccer” lo que se lo complica, al contrario es lo más que ama y la ayuda. Lo que la hace tan difícil son los padres, bueno realmente la madre, llamada Carmen, porque a ella no le gusta que su hija sea una jugadora de fútbol, al padre sí pero para no meterse en problemas con su esposa prefiere aceptar lo que ella diga. La única razón por la cual ella está dejando a la hija en el equipo es por el trato que hicieron: puede jugar si es una estudiantes de todas A y cuando llegue la hora de graduarse valla a la escuela de medicina. El problema es que la hora de la verdad se está acercando. Ana Paola está apunto de graduarse y no sabe qué hacer. Cuando hizo el trato con Carmen no pensaba que iba a llegar a amar tanto el deporte. Como se encuentra en esa situación, trata de hablar con su progenitora. La mamá se molesta con ella y le dice que no, pues no toleraba la idea que su hija estuviese desperdiciando su futuro en un pasatiempo. El trato era la escuela de medicina y eso era lo que iba hacer y punto.
Ana Paola estaba frustrada y triste. Quería continuar haciendo lo que le gustaba pero la madre se lo prohibió. Ella continúo jugando a las escondidas aprovechando lo poco que le quedaba para poder disfrutar de su pasión. Sin que la mamá se diera cuenta, aplicó para las universidades donde se practica el soccer solo para saber si la aceptarían. También hizo lo mismo para los colegios de medicina. Ya era la semana cuando llegan las respuestas. La chica, nerviosa y temblando abrió los sobres y se quedó asombrada y se puso feliz porque la aceptaron. La muchacha fue a donde su progenitora y le dijo que la aceptaron en la academia de medicina y notó que Carmen se puso contenta pero se sintió mal y vacía porque se imaginó un mundo donde también estaría orgullosa porque la aceptaron en las mejores institutos de deportes. La madre ya estaba haciendo los preparativos para la escuela de medicina y Ana Paola fingía que estaba feliz y que eso era lo que quería.
Llegó el día de graduarse y ella estaba en el límite donde no podía seguir pretendiendo ser algo que no era. Esperó a que se graduara y después fue a donde los padres y los sentó. Les dijo la verdad a ellos de cómo se sentía. La madre estaba apunto de ponerse histérica y Ana Paola dijo que antes que se pusiera a pelear que la escuchara que no había terminado. Ella tomó su decisión, le gustara a ellos o no. Iba a ir a la universidad de deportes donde podrá jugar futbol, pero a la vez en la universidad iba a estudiar medicina. Tuvo la brillante idea de combinar las dos cosas. Su objetivo es ser doctora para los atletas después que termine de jugar. El padre se levantó y la abrazó. Le dijo que se sentía muy orgulloso de ella. Carmen se quedaba seria, hasta que finalmente se levantó e hizo lo mismo. Técnicamente, no se podía molestar porque su hija iba a estudiar medicina. Al fin y al cabo, Ana Paola se puso tan emocionada que lloró. Fue a la universidad y logró su meta, su sueño, su pasión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario