viernes, 11 de noviembre de 2011

La rosa negra

Por
Alejandra M. Rodríguez Alemañy                                                     

Hace unos días encontré un baúl lleno de cartas, entre ellas había una en particular que me llamó la atención. Tenía la fecha del 15 de mayo del 1998, era de Marina mi único y verdadero amor. Mientras leía intentaba recordar cuándo la había recibido pero no podía, en eso noté que lo que estaba leyendo era  una despedida para toda la vida. Comencé a ubicar las cartas en orden, por fecha y ese día era el último que me había escrito. Esto era algo totalmente absurdo, si Marina es parte de mi diario vivir y es la razón de mi levantar todas las mañanas cómo es posible que haya fallecido hace tres años.

Confundido empecé a buscarla y a llamarla pero no la encontraba, sentía que estaba despertando de un sueño que jamás quería terminar. Retrocedí en el tiempo recordando cada momento de mi vida que había pasado junto a ella. En mi mente se dibujaba la sonrisa más bonita que me había devuelto la vida, la mirada fija que sin palabras hablaba. En un jardín de rosas todas son iguales, mismo color, figura y aroma pero entre todas siempre hay una que resalta, así era mi querida Marina, igual de bella que una rosa. Cada día de mi vida me levantaba y ya ella estaba despierta esperando por mí para el desayuno, luego me iba a trabajar. Cuando regresaba a casa allí seguía, todas las noches me besaba la frente y antes de dormir me decía: “que tengas dulces sueños junto a mí…”      

No encontraba respuestas para mis preguntas,  ni explicaciones para la situación en la que me encontraba. Por esto, decidí visitar a un doctor, al entrar a la oficina me saludó como si fuera un conocido de siempre, sabía hasta mi nombre. ¿Andrés cómo se encuentra hoy?, con los nervios de punta, le respondí: no entiendo nada, mi vida no tiene sentido.  Mi rosa, mi Marina, ¿cómo es posible que esté muerta, si comparto con ella cada día?  El doctor comenzó a explicarme que todo mi problema era psicológico, yo nunca había podido superar tan trágica muerte y por esta razón yo pensaba y sentía que ella estaba junto a mí todavía.  Vivía atrapado en la sombra de mi pasado.

En otras palabras mi diagnóstico era que estaba loco, estaba tan confundido que hasta dudaba de mí mismo.  ¿Sería todo una completa mentira? ¿O simplemente no quería aceptar mi triste realidad? No podía parar de pensar hasta que me percaté que en el único lugar que veía a Marina era en mi casa. Nunca salía con ella, ni a las actividades de mi trabajo, ni a cenar a restaurantes o al cine a ver películas. No existían fotos de nosotros de los últimos tres años, todo había sido producto de mi imaginación.

                                                                                    20 de agosto del 2001

Ahora que he aceptado la realidad de mi vida mi mundo ha cambiado por completo. De colores brillantes ha pasado a blanco y negro. Mi rosa bella ahora eres rosa negra, sin latido de corazón alguno pero en mi corazón siempre viva estarás.

                                                                    Atentamente. Andrés.



Una semana después de lo ocurrido Andrés sufrió un grande y catastrófico accidente de carro el cual lo llevó a un estado de coma. Algunas personas comentan que nunca despertó porque estaba en un mundo con su Marina y realmente no quiso aceptar una vida sin ella.                              

En mi reflejo

Por
Juan José Valentín Goyco                                                                                           

Dos guardias de seguridad me escoltaban hacia el vehículo policíaco. Ambos  me sujetaban fuertemente, como si  yo fuese un peligro para la humanidad. Después de todo yo no había hecho nada malo solo, lo debido. Caminábamos por la acera frente a la escuela superior  en la cual estudiaba.  Según me movía, en el piso se quedaban marcadas  mis pisadas  rojas. Muchas personas se acercaban poco a poco para ver lo que ocurría. Se aglomeraban para verme, como si yo fuese alguna exhibición o algún animal raro. Pero en esos momentos nada me incomodaba. Solo pensaba en lo que había hecho y de cómo no me arrepiento de haber cometido algo que muchos conocen como tragedia.

Me desperté al sentir fuertes rayos de luz en mi cara los cuales indicaban que otro día horrible estaba  por comenzar. Al abrir mis ojos veo el mismo cuarto de siempre. El  piso estaba repleto de  basura y ropa. Las paredes sucias,  tenían grietas y estaban pintadas de gris, lo cual describía bien mi vida, y con marcas rojas que reflejaban mi furia, dolor y sobretodo  odio por todo lo que me rodeaba.

Según me levantaba de mi cama vieja y zarrapastrosa, me di cuenta que de nuevo  llegaría tarde a otro día más de clase en aquella escuela llena de idiotas. Lentamente me dirigía  hacia la puerta de mi cuarto para  ir al baño. Al salir de mi habitación me dio un fuerte olor a narcóticos, algo a lo cual ya estaba acostumbrado. El pasillo de camino al retrete estaba decorado con latas de cervezas y ropa interior. Al parecer mi supuesta madre tuvo otra noche de locura con sus amistades.

Al entrar al baño, en lo primero que me fijé  fue en la cara de un muchacho pálido y solitario por el cual nadie se preocupaba.  Sus ojos reflejaban una maldad oculta, la cual muchos desconocían. No me tomó mucho tiempo bañarme y vestirme. En tan solo unos minutos ya estaba listo para irme a la escuela y fingir que todo estaba bien.

Llegué  casi dos  horas tarde a la escuela. Al entrar al salón de clases  que me correspondía  el maestro no me dirigió la palabra, ni siquiera hizo contacto visual conmigo. Como siempre, a ninguno de mis profesores le importaba si estaba allí. Como muchos, solo trabajaban ahí para cobrar el cheque, no porque le interesara la educación de los futuros profesionales. Muchos de mis compañeros de clase me miraban de una manera burlona.  Según pasaba por los pupitres  de los demás para ir al mío, el cual  se localizaba a lo último del salón, escuchaba el murmullo de los estudiantes.

Apenas entendía lo que decían, pero sabía  que hablaban mal de mí. A diario inventaban cuentos que intentan explicar el por qué yo soy así.   Pero ninguna de esas historias se asemejaba a la  realidad. Al sentarme en mi pupitre, la compañera que estaba frente a mí se vira para saludarme y para darme el material que me había perdido. Ella es la única persona que se atrevía a hablarme. Es lo más cercano que he tenido a un amigo.

Al finalizar otro día más  sin sentido, me dirigí hacia la salida de la institución escolar.  De camino, vi a la única persona que soporto, hablar con dos amigas. Al pasarle por el lado escuché la conversación  que tenía. Hablaba  acerca de mí. De su boca salían las mismas  expresiones que he oído durante toda mi vida. Palabras que resonaban fuertemente en mi ser. Por fin entendí por qué ella era amable conmigo, cuando los demás solo me echaban a un lado.

En esos momentos empecé a sentir una gran furia. Nunca me había sentido tan molesto, tan irritado. Esto había sido la gota que derramó el vaso de agua. Mi mente solo pensaba en todos esos momentos de humillación por los cuales he tenido que pasar. En aquellos momentos de tristeza que en vez de recibir consuelo, recibía desprecio. Los pasados años para mi han sido una pesadilla y ya era tiempo de que me despertara. Todos tendrían que aprender a respetarme, empezando por ella.

Esperé que sus amigas se fueran y la empecé a seguir por la escuela hasta un salón vacío. Entré cuidadosamente y cerré la puerta con seguro. Al escuchar la puerta sonar notó mi  presencia y se alarmó un poco. Me fui dirigiendo hacia ella con un caminar lento. Me hablaba pero no le prestaba atención. Al parecer  se dio cuenta de mi intención y comenzó a correr, sin ninguna esperanza de escapar.

La aguanté por los brazos y la restrillé contra el piso. Los gritos que emergían de ella parecían saciar el monstruo que habitaba en mí. Pero aún así, no estaba satisfecho y seguí con la tortura. Durante ese tiempo todo el odio que sentía empezó a salir a flote. Por fin podía calmar la ira que residía en mí, una que ni siquiera pegándole a la pared de mi cuarto podía calmar. Después de un rato los chillidos habían cesado y el piso  estaba decorado con lo que era ahora mi color favorito.

Vive una vida más sana

Por

Fabiola Marie Guilloty

       Muchas personas no tienen el conocimiento para llevar una vida más sana o  hacer una dieta estable que controle y le haga bien a su salud o la  de sus hijos. Para esto hay que tener un buen sustento. La nutrición es fundamental en nuestras vidas ya que es el mantenimiento del equilibrio homeostático del organismo al nivel molecular. Esto logra  una salud adecuada y previene enfermedades. Es conocida mayormente por la ciencia que estudia la relación entre los alimentos y la salud. La alimentación ayuda a controlar muchas enfermedades entre ellas están la diabetes, hipertensión, anemia, anorexia, obesidad, bulimia entre otras.

        Una nutrición adecuada cubre carbohidratos, proteínas y grasas. También necesitamos  fibras, vitaminas y minerales. Comer estos elementos diariamente en exceso hace daño y comer pocos  también. Ocasiona diferentes tipos de daños y descontrol en la salud.  Cada uno de estos elementos importantes hay que comerlos a diario pero en una dieta balanceada. Dicha dieta tiene que estar autorizada por un especialista. Es recomendado que las madres les enseñen a sus hijos a comer saludable y se dejen llevar por la pirámide alimentaria que muestra la variedad de productos que son buenos para la salud.  Los nutricionistas hacen un estudio  y le autorizan una dieta  de acuerdo a la salud y peso de cada persona.

         Los padres de hoy educan  de una forma errónea a sus hijos sobre las comidas. No se preocupan por que lleven una buena alimentación de forma nutritiva. Lamentablemente estas personas no saben lo perjudicial que es para la salud de un niño su mala alimentación y las consecuencias que esto trae por que no se instruyen sobre dicho tema. La mayoría de los jóvenes tienen complicaciones de salud a muy temprana edad debido a este gran problema. Los nutricionistas quieren llevar un mensaje, el mismo es que pueden tener una vida más sana con una buena alimentación y que los padres estén más pendientes a sus hijos en este aspecto y los eduquen sobre el tema. Si no cuidamos nuestra salud nadie lo hará por nosotros.

    



    


Por Última Vez

Por
Lourdes Pérez

                 Estaba en el hospital, tuvo una recaída. Cuando llegué vi a sus familiares, con los cuales yo había compartido tantas veces, llorando en la sala de espera, angustiados por lo que pueda pasar. Pregunté desesperadamente: “¿Qué pasa?”, pero nadie contestó. El tiempo se detuvo, salí corriendo con el corazón en la mano, subí las escaleras hasta el piso 5, como si fuera una máquina, ni siquiera me dolieron las piernas. Mientras buscaba el cuarto 506 podía sentir que la tensión aumentaba. Traté de abrir la puerta y no pude, mis manos temblorosas forcejearon con la cerradura pero estaba trancada.

                 Escuché un sonido muy agudo proveniente de la habitación, nunca había escuchado algo tan espantoso, tuve miedo de que todo acabara ahí y que los últimos recuerdos fueran una simple puerta de hospital, fría y gris. Varios doctores entraron, sacaron la camilla y la llevaron a emergencias, mi corazón palpitaba fuertemente. Corrí tras ellos, al atravesar las puertas una luz me cegó, dos mujeres vestidas de blanco me impidieron el paso, tomaron mis brazos y me cargaron. De repente no sentí mis piernas, me faltaba el oxígeno, la cabeza me pesaba, como si estuviera a punto de desmayarme pero mis ojos no cerraban, estaba en un trance.

                 Cuando mis sentidos despertaron, noté que era liviana como si la gravedad no tuviera ningún efecto en mí, no tenía preocupaciones, ni desesperaciones, todo era más tranquilo y el ambiente estaba lleno de felicidad y seguridad.  Me levanté y desde arriba vi la camilla en donde estuve por última vez.

La última llamada

Por
Eldon M. Ayala

Desde hace cuatro días, a la misma hora, recibíamos una llamada. Exactamente a las cuatro de la mañana, el teléfono no dejaba de sonar hasta que mi esposa o yo contestábamos y cuando lo hacíamos sólo lográbamos escuchar una respiración cansada, que se ahogaba en sí misma, como si se tratara de alguien que está exhausto o a punto de fallecer.
            Estábamos muy nerviosos, francamente preocupados, al principio creímos que se trataba de una broma, pero ya era demasiado. La quinta noche no dormí nada, permanecí inmóvil frente al teléfono esperando sonara de nuevo. Había comprado un identificador de llamadas para saber por fin quién me estaba jugando esta mala broma. Mi esposa no quiso esperar y se fue a dormir sin lograr convencerme de hacer lo mismo.
            Llegó el momento, el reloj marcó las cuatro de la mañana, mi esposa seguía dormida y en el identificador pude ver el número 9-5-9-9-5-5-8. ¡Esto no es posible! pensé, es mi número telefónico el que aparece en el display, seguramente estaba mal configurado el aparato, lo revisé como intentando reparar algún defecto que no existía. El timbre del teléfono no dejaba de sonar. El sonido empezó a molestarme, comencé a sentir miedo, mejor dicho un terror indescriptible se empezó a apoderar de mí, intenté contestar pero no pude, algo me lo impedía, las manos me comenzaron a sudar y mi cuerpo se estremeció como si algo malo me fuera a pasar si descolgaba el auricular, mi garganta estaba tan seca que no podía tragar saliva.
            Salí corriendo del apartamento, no podía permanecer un momento más ahí, no pensé en mi esposa, no pensé en nadie sólo en alejarme, en huir. Sabía que iba por mí, sabía que yo era el blanco de sus intenciones. Sentía que estaba tras mi espalda y podía escuchar la respiración, esa maldita respiración, que no dejaba de resoplar, que me atormentaba en todo momento, casi podía sentirla en mi rostro. Tengo que escapar, me decía, tengo que escapar, ¡ya no lo soporto!
            Me sentía muy exaltado, mi pulso se aceleraba a cada instante, casi no podía respirar, mis piernas no respondían a las órdenes que mi cerebro intentaba darles. Desesperadamente pasé como pude por el parque, de pronto me detuve, sabía que tenía que hacer esa llamada, debía avisarle y explicarle el gran peligro que corría.
          Empezaba a salir el sol, no sé cuánto tiempo estuve corriendo, el alumbrado público se iba apagando poco a poco, sentí una sensación de angustia terrible. ¡Maldita sea!, no traía conmigo el celular, de cualquier modo me acerqué a un teléfono público, por fortuna era de monedas pero muy diferente, todo era rectangular, de color negro con rojo, no entendía nada, coloqué algunas monedas y comencé a marcar el número, ¡no puede ser!, susurré, en el teclado no estaba el número cuatro, no es que se lo hubieran quitado alguien, simplemente no estaba, nunca existió, quise alejarme pero algo me decía que era la única oportunidad que tenía de comunicarme con ella, debía decirle que después de mi llamada no contestara el teléfono y que saliera lo más pronto posible de aquel lugar. Mientras marcaba mi número telefónico vinieron a mi mente escenas perturbadoras, estaba seguro de que a mi esposa le podía ocurrir cualquier cosa, sonaron dos tonos, contestaron, quise decirle que huyera, que no se detuviera hasta estar segura, pero de mi boca sólo salió una respiración entrecortada, una respiración agitada y ahogada en sí misma mientras escuchaba un grito desgarrador que me paralizó por completo y me desmayé. Al despertar estaba amarrado con un traje blanco en un cuarto del mismo color con paredes blandas y bien asegurado.


Entre tanta desesperación

Por
Fabiola Guilloty

             13 de septiembre de 2005 un hermoso día soleado, pero para Ana dentro de su corazón era el peor. Había llegado finalmente el día en el que su verdadero amor Alejandro se iba para el ejército por 6 meses. Ella sabía que le esperaba una dolorosa despedida.  Ana lo acompaña a la base militar para un hasta pronto pero realmente no sabía si era el último adiós. La mirada de Alejandro y su silencio decían más que mil palabras, Ana lo contemplaba una y otra vez con miles de preguntas en su cabeza las cuales ya no tendrían una respuesta. Varios minutos después un sargento llama por su apellido a Alejandro. Ya se tenía que ir. Ana con lágrimas en sus ojos le dice al oído que lo ama se dan un fuerte abrazo y se marcha. 

              Con un fuerte vacío en su corazón Ana sigue su camino. Pasan los días y no recibe ninguna noticia, confundida decide continuar con su vida, enfocarse en su trabajo y estudios. Pasó un mes y medio Ana va al correo y en el buzón hay un pequeño sobre amarillo un poco arrugado se fija en la extraña dirección que tenía al mirar el nombre de quién se la enviaba se percata que era de Alejandro. Carta número uno él le comentaba en esa carta que le iba bien que no era fácil pero tampoco imposible y que ella era una de sus mayores inspiraciones. Ana sorprendida y confundida decide coger lápiz y papel y comenzar a escribir muy seca sin sentimiento alguno, le preguntaba que él realmente sentía por ella porque ya no estaba segura si sentía tan inmenso amor. Volvieron a pasar los días Ana esperaba con ansias la respuesta pero esta vez no la recibió escrita. Un domingo en la tarde ella leía un libro de pronto suena el teléfono, al contestar escucha una voz fuerte que decía hola Ana es Alejandro ¿cómo estás? Su corazón se paralizó. Sintió que estaba viviendo un sueño y no una realidad; se queda callada y Alejandro vuelve a preguntar Ana ¿cómo estás? Ella con los nervios de punta responde estoy bien. Él le comunica que está bien pero que no entiende su carta que pensaba que el amor de ambos era tan fuerte que superaría toda prueba que la amaba de la misma manera. Ana comienza a llorar pues no sabe lo que siente y le dice que está muy confundida y no sabe que quiere. Desesperada decide terminar con tan inesperada llamada. Ana toma una decisión y es olvidar tan absurdo amor que la llena de angustia. Alejandro vuelve a escribirle pues no quiere perder a su único amor. Carta número dos le dice a Ana que por favor piense en el futuro que tenían planificado, en todo lo hermoso que les queda por vivir que solo es una prueba pasajera y que le tenía una mala noticia ya no eran 6 meses si no 5 años los que pasaría en el ejército le comentaba que había una movilización a la base militar de Alemania y tenía que cumplir con el tiempo requerido. Ana pierde toda esperanza y en llanto coge lápiz y papel y le escribe que la tiene que olvidar que ya ella tiene un nuevo amor que la hace feliz. Ana envía la carta sintiendo como si su mundo se derrumbara pues sabía que había matado toda ilusión aún existente. Alejandro lee la carta no puede creer que su hermosa Ana decidiera olvidarlo tan fríamente. Entre tanta desesperación y dolor decide quitarse la vida pues para qué vivir si el amor de su vida ya tenía otro amor. A la semana después de tan trágica muerte llega un sargento a la casa de Ana a darle la noticia. Ella no podía creer lo que sus oídos estaban escuchando su único amor Alejandro gracias a su carta no aguantó y se quitó la vida. Se sentía culpable de la muerte de su amado. Entre tanto dolor y  sentido de culpa no pudo controlarse desesperadamente cogió una soga y decidió ahorcarse para ir en busca de su verdadero amor Alejandro.
                                                                  
Entre la pasión y la obligación
Por
Anne Ramírez García
            Una adolescente llamada Ana Paola se encontraba a las cinco de la mañana en el gimnasio entrenando. Es una jugadora de “soccer” y desde chiquita ha practicado el deporte. Siempre hace adiestramientos para fortalecer las piernas y el abdomen. Hace 50 push ups, 50 abdominales y sentadillas. Corre alrededor de 20 vueltas a toda la cancha. Cuando termina como a las seis y media de la mañana, va a su casa, se baña y se lava el pelo. Después sale, se viste y se maquilla un poco los ojos y los labios. Ella no es una chica típica de futbol. Igual que es una atleta también es una muchacha girly pero no  tanto.
            Su vida parece ser fácil pero en realidad es compleja. No es el “soccer”  lo que se lo complica, al contrario es lo más que ama y la ayuda. Lo que la hace tan difícil son los padres, bueno realmente la madre, llamada Carmen, porque a ella no le gusta que su hija sea una jugadora de fútbol, al padre sí pero para no meterse en problemas con su esposa prefiere aceptar lo que ella diga. La única razón por la cual ella está dejando a la hija en el equipo es por el trato que hicieron: puede jugar si es una estudiantes de todas A y cuando llegue la hora de graduarse valla a la escuela de medicina. El problema es que la hora de la verdad se está acercando. Ana Paola está apunto de graduarse y no sabe qué hacer. Cuando hizo el trato con Carmen no pensaba que iba a llegar a amar tanto el deporte. Como se encuentra en esa situación, trata de hablar con su progenitora. La mamá se molesta con ella y le dice que no, pues no toleraba la idea que su hija estuviese desperdiciando su futuro en un pasatiempo. El trato era la escuela de medicina y eso era lo que iba hacer y punto.
            Ana Paola estaba frustrada y triste. Quería continuar haciendo lo que le gustaba pero la madre se lo prohibió. Ella continúo jugando a las escondidas aprovechando lo poco que le quedaba para poder disfrutar de su pasión. Sin que la mamá se diera cuenta, aplicó para las universidades donde se practica el soccer solo para saber si la aceptarían. También hizo lo mismo para los colegios de medicina. Ya era la semana cuando llegan las respuestas. La chica, nerviosa y temblando abrió los sobres y se quedó asombrada y se puso feliz porque la aceptaron. La muchacha fue a donde su progenitora y le dijo que la aceptaron en la academia de medicina y notó que Carmen se puso contenta pero se sintió mal y vacía porque se imaginó un mundo donde también estaría orgullosa porque la aceptaron en las mejores institutos de deportes. La madre ya estaba haciendo los preparativos para la escuela de medicina y Ana Paola fingía que estaba feliz  y que eso era lo que quería.
            Llegó el día de graduarse y ella estaba en el límite donde no podía seguir pretendiendo ser algo que no era. Esperó a que se graduara y después fue a donde los padres y los sentó. Les dijo la verdad a ellos de cómo se sentía. La madre estaba apunto de ponerse histérica y Ana Paola dijo que antes que se pusiera a pelear que la escuchara que no había terminado. Ella tomó su decisión, le gustara a ellos o no. Iba a ir a la universidad de deportes donde podrá jugar futbol, pero a la vez en la universidad iba a estudiar medicina. Tuvo la brillante idea de combinar las dos cosas. Su objetivo es ser doctora para los atletas después que termine de jugar. El padre se levantó y la abrazó. Le dijo que se sentía muy orgulloso de ella. Carmen se quedaba seria, hasta que finalmente se levantó e hizo lo mismo. Técnicamente, no se podía molestar porque su hija iba a estudiar medicina. Al fin y al cabo, Ana Paola se puso tan emocionada que lloró. Fue a la universidad y logró su meta, su sueño, su pasión.

Destino Final

Por

Armando Cardona


Caminaba entre una gran multitud, había tanta gente. El calor me agobiaba, sentía desmayar, mi corazón palpitaba como si estuviera en el final de la vida. Paseaba y buscaba la respuesta a lo que todos los de mi edad nos preguntamos. ¿Hacia dónde me dirijo? ¿Cuál es mi futuro? ¿Cuán cierto es lo que dicen mis padres, mis amigos, mis maestros? Hasta ahora dediqué importancia a las cosas más simples de la vida. Pero, ¿cómo no disfrutarlas? A mi alrededor se encontraban hombres botando fuego por la boca, enanos corriendo, hombres tragando espadas, payasos haciendo morisquetas que no hacían reír a nadie. Que ambiente más pesado, aún me sofocaba el calor, la bruma se mezclaba con la neblina, y ya comenzaba a obscurecer.

            Daba vueltas, perdido en la multitud. De pronto logré ver una carpa que leía adivina, le leemos el futuro por poco dinero. Al entrar había una señora con una cara repugnante y botaba humo espeso que me quemaba los ojos.

-Señora, ¿Puede apagar su cigarro mientras me dice mi futuro?- le pregunté.

-Sí hijo pasa y siéntate.

Le expliqué la confusión que tenia en mi mente, como pasaba mi vida. Cuestioné cual es mi propósito en la vida, el futuro y que ocurriría conmigo y con mi familia. La vieja adivina comenzó a reír con un tono de burla.

-Jajajaja, si supiera las respuestas a todas tus preguntas, si te dijera tu verdadero futuro, ¿qué me darías a cambio? Dime. ¿Tus riquezas, tu familia, tu salud? Mírame a mí donde estoy leyendo cartas, tratando de adivinar el futuro a gente tan ignorante como tú. Si buscas la verdad, el propósito y que pasará en tu futuro, preocúpate por ser excelente en el presente, porque de aquí dependerá lo que en el futuro seas, hagas o dejes de hacer. Sigue tu corazón, busca en tu mundo lo que te apasiona, selecciona la carrera que no te canse, que te llene de inquietudes y recuerda que vas a tener que… Agua, agua me muero que dolor auxilio, ayúdame...

-Dígame no se me muera, voy a tener ¿qué, qué? ¡Auxilio, llamen al 911!

 Salí corriendo a buscar ayuda. Qué multitud. En el piso yacía la vieja adivina inerte, sin suspiro alguno. Pero lo que más me agobiaba, la maldita vieja no terminó de decirme la respuesta. Y ahora, ¿que haría? Mi vida a lo mejor dependía de eso.

            Jamás supe acerca la vieja adivina, el circo terminó su jornada y al regresar al otro día, ya no estaban las carpas. Había un silencio de paz, la fresca brisa me acariciaba, el calor, la multitud, se había ido. Continúe caminando y logré ver una hermosa mujer recogiendo aún lo que quedaba en la carpa de la vieja adivina.

-Buenos días- le dije. La miré y sus ojos estaban llenos de lágrimas.

-¿Quién es usted?

-Soy la hija de la adivina.

-¿Cómo está ella?

-Murió anoche, llegó a un hospital cercano. Lo único que decía era El joven… la respuesta del joven es...

-¿Qué dijo?- le respondí.

-No sé, murió- contestó.

Maldita vieja adivina, maldita hija. Que cará, seguiré haciéndo lo que sé hacer, nada, hasta que Dios quiera.

            Al mirar atrás veía a la pobre señora tirada en el piso, yo tan egoísta, pensé en lo que no me pudo decir. Lloré, mire a la joven y le dije:

-Me sentí inútil, frustrado al verla caer al piso, inmóvil, lo siento, no pude hacer nada. Por favor perdóname, no sé que hubiera hecho.

 La joven me tocó la cara y me dijo:

-Viniste a buscar respuestas a tu futuro donde una vieja pobre, ignorante, que sobrevivió siempre con lo único que podía hacer, engañar a la gente. Gente ignorante que teniendo todo en sus manos buscaban la respuesta inexistente a sus inquietudes, gente que no seguían su propio corazón, que no sentían pasión por nada en la vida. Sí, de eso vivimos y solo así, mi mamá me pudo mantener y pagar mis estudios. Tú en cambio lo tienes todo, pero la ignorancia te ciega, el egoísmo te impide ver mas allá de lo que dicta tu corazón. La respuesta está en tus manos, no te la tiene que decir tu familia, la vieja adivina, ni nadie a tu alrededor. Búscala y vive apasionado por eso que tanto te inquieta.

             En fin, di vuelta y me marché hacia un destino indeterminado, pero ya no había ansiedad ni inquietud en lo que sería de mi vida, ya iba decidido a lo que haría, a mi razón de ser, de existir.